El ‘caso Eatherly’ es fascinante por sus múltiples connotaciones y un buen ejemplo de la complejidad de la condición humana.
«El 6 de agosto de 1945, Claude R. Eatherly cumple la orden de destruir el puente situado entre el cuartel general y la ciudad de Hiroshima. Un error de cálculo hace que la bomba caiga sobre la ciudad. De regreso a la base militar decide dedicar su vida a la lucha contra las armas nucleares».
Günther Anders mantuvo una correspondencia epistolar con Claude Eatherly, el aviador estadounidense que dijo ‘adelante’ a lanzar la bomba atómica sobre Hiroshima en 1945. Un ‘Go ahead’ dantesco que fue una sentencia también para él.
Nunca pudo asumir haber sido parte activa de aquel horror.
El eco radiactivo de aquella barbarie siguió resonando de manera insoportable en su conciencia.
Fue condecorado como un héroe de guerra, sin embargo, estaba profundamente arrepentido, no podía ni dormir.
Hizo todo lo posible por ser castigado, quería ser considerado, oficialmente, un criminal.
«La sociedad no puede aceptar mi culpa sin reconocer simultáneamente en sí misma una culpa mucho mayor».
No soportaba lo ocurrido, pese a no haber sido plenamente consciente de lo que había hecho. Según algunas declaraciones, solo estaban acatando órdenes; un caso paradigmático de aquella ‘banalidad del mal’ de la que hablaba Hannah Arendt.
Eatherly pasó años en un Hospital Psiquiátrico especializado en la atención de trastornos mentales de los veteranos de guerra. Fue trasladado a una planta en la que la mayoría de estos pacientes no recordaban ni su nombre, los tratamientos eran durísimos, con graves efectos secundarios.
Günther Anders trato siempre de ayudarle a conseguir su libertad, tanto íntima como social.
Aunque nunca consiguió ser declarado culpable de manera oficial, ocurrió algo inesperado que de alguna manera alivió el peso de su carga.
En 1959 recibe una carta firmada por 30 jóvenes japonesas que fueron víctimas.
Decía así:
«Estimado señor: Todas nosotras somos chicas que, aunque tuvimos la suerte de escapar a la muerte, fuimos heridas en nuestros rostros y en nuestro cuerpo por las bombas atómicas. Nuestros rostros muestran cicatrices y heridas, y es nuestro deseo que esa cosa horrible a la que se llama guerra no se repita jamás. Hemos sabido que los sentimientos de culpabilidad lo atormentan y que ha sido internado en un psiquiátrico. Le escribimos para expresarle nuestra más profunda conmiseración y asegurarle que no sentimos odio hacia usted.
Lo consideramos una víctima más».
Una víctima más.
Según Anders, Eatherly representaría una forma específica de conciencia de un mundo que trata de convencer al individuo de que no tiene responsabilidad alguna en la consecuencia de sus actos.
*Podéis leer más sobre esto en el libro El piloto de Hiroshima: Más allá de los límites de la conciencia. Correspondencia entre Claude Eatherly y Günther Anders.